Los también conocidos como «Pirineos atlánticos» encierran una oferta de turismo de naturaleza, estival, religioso y hasta arquitectónico apabullante, en una región del país galo separada de nuestro país por los Pirineos, del que se lleva «prestada» una estética, una gastronomía y una forma de vivir que hoy te venimos a descubrir.
Empezamos nuestro recorrido por los Pirineos franceses por Pau, su capital, y puerta a los Pirineos, un destino en el que los amantes del esquí tienen un filón por explotar. Cinco son las pueblos-estaciones de esta parte de los Pirineos franceses -Pierre Saint Martin, Le Somport, Issarbe, Artouste y Gourette– enclavados en los valles bearneses y bordeados por lagos como el de Fabrèges y picos del Parque Nacional de los Pirineos como el de Midi d’Ossau (2 884 m). Más allá de sus pistas de esquí alpino y sus travesías para esquí de fondo y raquetas, esta ciudad al sur de Nueva Aquitania atrae a muchos turistas que valoran su buen clima y un patrimonio histórico y arquitectónico de lo más interesante de la zona. Dentro de ese legado histórico se encuentra el castillo de Pau, conocido como el castillo de Enrique VI de Francia (y III de Navarra), una construcción de estilo renacentista hoy convertida en Museo Nacional que recuerda al majestuoso castillo de Blois, en el valle del Loira. Apúntate también su Bulevar de los Pirineos, un balcón a la naturaleza colindante, y el Museo de Bellas Artes.
Imprescindible: visitar la Casa-museo Bernadotte, casa natal del mariscal homónimo.
A menos de una hora en coche de Pau, dentro de la región de los Altos Pirineos, y a medio camino entre el Atlántico y el Mediterráneo, el pueblo de Tarbes es parada obligatoria en toda visita a los Pirineos franceses. Por su privilegiada ubicación a los pies de esta cadena montañosa , y por el «arte de vivir» del que se jactan los habitantes de esta localidad, la capital del Bigorre francés. Te invitamos a perderte por sus bellos jardines decimonónicos –como el Jardín Massey– y a disfrutar de cerca su forjada tradición ecuestre visitando su Caballeriza nacional –también conocida como el Haras Nacional de Tarbes–, un parque arbolado de nueve hectáreas en el que descubrir unas caballerías de estilo «imperial», la herrería, el guadarnés o la unidad de cría y reproducción, entre otros. Todo un homenaje a la tierra de la raza anglo-árabe. Tampoco debemos olvidar su gastronomía, en torno a la cual giran los típicos mercados de autor y de productores tan famosos en la región, ni su animada agenda cultural y deportiva, en la que no faltan los torneos de tenis y los festivales ecuestres o de tango.
Imprescindible: Tarbes es el punto de partida perfecto para descubrir los Pirineos a través de una ruta de senderismo por Gavarnie, por ejemplo.
Continuamos en los Altos Pirineos. Ahora nos dirigimos ahora al sur, donde después de un breve viaje de media hora en coche, nos topamos con uno de los lugares más visitados de toda Francia: el santuario o basílica de «Notre-Dame» de Lourdes. Este importante lugar de peregrinación situado en el corazón de los Pirineos y dedicado a la Virgen María reúne cada año a millones de devotos y peregrinos que quedan maravillados ante la atmósfera mística y espiritual de la explanada del Rosario que precede a la basílica, una edificación de estilo neobizantino. Después de tomar una pequeña muestra de la «milagrosa» agua que brota de sus numerosas fuentes, nos dirigimos a la gruta de Massabielle, donde la virgen se le apareció a Bernardette y el lugar donde se celebran habitualmente las misas. No nos vamos de aquí sin antes visitar la impactante basílica subterránea de San Pío X, el espacio dedicado a Santa Bernardette o el vía crucis.
Imprescindible: más allá del conjunto religioso, no dejes de visitar el castillo-fortaleza que domina la localidad de Lourdes.
Seguimos todavía en dirección sur una media hora hasta llegar a uno de los pueblos más bonitos de los Pirineos franceses, situado en el valle del mismo nombre. Nos referimos a Cauterets, un pueblo de montaña que cuenta con uno de las tantas estaciones de esquí de los Pirineos franceses, además de tres centros termales, el más famoso de los cuales es el de Bains du Rocher. Por el camino, frondosas cascadas nos anuncian un paisaje que no hace sino incrementar en belleza. Destino ideal tanto en verano como en invierno, es el lugar elegido por muchos de los amantes de la naturaleza que deciden hacer una ruta por esa zona de los Altos Pirineos. Prepárate para una arquitectura típica de montaña de casas de piedra con tejados de madera que se alternan con otros edificios más propios de una urbe, así como pistas de patinaje, telecabinas que nacen en el propio centro del pueblo y que dan acceso a sus dos estaciones de esquí: la de Circo de Lys, y la de Pont d'Espagne –nuestro siguiente destino– y puerta de entrada al Parque Nacional de los Altos Pirineos.
Imprescindible: desplazarse hasta la cascada de Lutour, en la carretera que lleva a Pont d'Espagne.
Llamado así por un gran puente de piedra del siglo XIX que sobrevuela la unión de los ríos Marcadau y Aube, el Puente de España marca el inicio de numerosas rutas de senderismo que llevan a conocer, entre otras, maravillas como el lago Gaube. Puedes llegar a este paraje natural protegido caminando (un trayecto de una hora y cuarto) o en telesilla. En ambos casos, el paisaje es abrumador. La energía que desprenden las diferentes caídas de agua como las de Cerisey o de Bousses, así como el marco que supone el coqueto puente de piedra que da nombre a la zona, hacen de ella el segundo lugar de peregrinaje en unos pocos kilómetros a la redonda. Tras una inspiradora ruta por sus cascadas y la vista de su garganta, nada como tomarse algo en la terraza del Hostal Puente de España.
Imprescindible: recomendamos hacer una parada en Raillère, un lugar célebre por sus termas.
Después de tantas alturas, tanto verdor y tanta naturaleza, la panorámica infinita del océano Atlántico a la altura de Biarritz, en el extremo occidental de los Pirineos atlánticos, refresca nuestra mirada con –literalmente– un soplo de bruma, de olor a mar, además de con su elegancia innata y un glamour propio de la «belle-èpoque», envuelto en la estética del «art-déco». Playas como la de Anglet, la «Grande Plage» o la de Miramar convierten la localidad en un destino muy atractivo para los aficionados al surf y al «vuelta y vuelta» en la toalla. Prepárate también para dejar atrás la arquitectura típica vasca de pueblos vecinos como Hendaya o San Juan de Luz, que en esta ocasión se sustituye por edificios «art-déco» como el Gran Casino de Biarritz, enclaves marineros como el pequeño «Port des Pêcheurs» o vistas como las que hay desde su faro.
Imprescindible: darte un paseo hasta la Roca de la Virgen, a la que se accede a través de un puente peatonal.
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