Puede que sea tu primera vez (ya has tardado, prometemos que no te vas a arrepentir). O que, como la mayoría de los mortales, hayas caído rendido ante los encantos de esta ciudad imperial de fachadas rojas y plazas que se viven a ritmo de time-lapse y esta sea tu segunda, tu quinta o tu décima vez. Da igual, este artículo también es para ti. Estamos dispuestos a ir más allá de lo geográfico, a embarcarnos en un viaje sensorial por su medina, sus riads y sus fogones que termina en la inmensidad de su entorno natural. ¿Nos acompañas?
La plaza Yamaa el Fna: donde sucede la vida. Puede que la llamen la «Ciudad Roja», pero la experiencia de viajar a Marrakech no se limita a un color. Ni a un aroma. Marrakech es contraste, es magia, es caos. Es ver el sol nacer y caer en una plaza que se reinventa cada día. Corazón de su Medina, la plaza Yamaa el Fna es el punto de partida elegido para comenzar nuestro recorrido por el gran bazar de Marruecos. Un lugar al que acuden quienes buscan erizar su piel con el trasiego de mercaderes y turistas de un zoco que empieza y termina aquí. Tómale el pulso desde una de las terrazas que asoman a él. Y cuando estés listo, admira la belleza de la Mezquita Kutubía y del Palacio de la Bahía, y reserva algo de tiempo para ver el recién abierto Museo del arte culinario marroquí junto a él y sumergirte en la profundidad de la cultura marroquí en el Heritage Museum.
M' de medina, museos y madrasas Marrakech debe gran parte de sus elogios a su laberíntica Medina. Traspasar la muralla que la precinta es adentrarse en un universo donde la única premisa es dejarse llevar. Por los olores de los zocos al norte, los colores y sabores de los barrios de artesanos, de tintoreros y curtidores, por el abrebocas del aroma a comino entremezclado con el de carne asada. Pasea por ellos, regatea y compra, y alterna la algazara de sus puestos con la elegancia de museos como el de la Femme, o el de Yves Saint Laurent. Termina con un baño de la Marrakech más cool, concentrada en la Rue Dar el Bacha, donde los patios y los jardines son solo una excusa para perderse por librerías, galerías de arte y tiendas de moda que piden a gritos un hueco en tu grid de IG.
De la Ville Nouvelle al Sáhara. Después de tanta algarabía, agradecerás un cambio de escenario. La parte moderna de la ciudad, declinada en torno a los barrios de Guéliz e Hivernage, es un buen lugar para hacerlo. Maravíllate con las obras orientalistas del MACMA, date un festín en uno de sus lujosos restaurantes, y para templar el estómago, date un paseo por el Jardin Majorelle, el territorio de Yves Saint Laurent. De aquí ya solo se puede ir al cielo. Al de una noche estrellada desde el campamento de Merzouga, en el desierto del Sáhara. Transítalo en todoterreno en una de las excursiones de un día que van desde Merzouga hasta Zagora, pasando por el pueblo de Ramlia. Otra de las sorpresas cerca de Marruecos es Esauira, el puerto de artistas y artesanos, un pueblo de fisionomía lusa con increíbles playas y una Medina Patrimonio de la Humanidad.