Al más puro estilo «dubliner», comenzamos nuestro recorrido donde quedan los lugareños: en el Spire. Oficialmente conocido como el Monumento de la Luz, resulta ser, con sus 120 metros de altura, la escultura más alta del mundo (o al menos una de ellas). Desde aquí, ponemos rumbo al río plomizo que divide Dublín –el Liffey– pasando por la histórica oficina de correos de la ciudad, símbolo del levantamiento contra la ocupación inglesa en la primavera de 1916, y dejando atrás Henry Street. Hablamos de una de las calles comerciales más importantes de la capital junto con Grafton Street, la de las grandes marcas y la Molley Malone de The Dubliners. Dispuestos a conocer el barrio más animado de Dublín, cruzamos el río por el primer puente de la ciudad, el Ha’Penny, un estrecho pasadizo de hierro que copa muchas de las estampas dublinesas al atardecer. Inmersos ya en Temple Bar, nos perdemos por sus coquetas calles, repletas de tiendas de discos antiguos, pubs y mercadillos, resistiendo la tentación (aún) de probar la famosa «ale» en uno de los pubs que hay en cada esquina. Lo haremos después de visitar el Trinity College, un lugar imperdible cuando viajes a Dublín. No obstante, sus paredes encierran la universidad más antigua de Irlanda, y los estantes de su biblioteca, algunos de los manuscritos más relevantes de la cultura celta.
La espiritualidad nos llama, y decidimos visitar la catedral más antigua de Dublín: la Christ Church, una mezcla de románico y gótico que esconde en su interior maravillosas criptas. Muy cerca de allí está la catedral de San Patricio, el patrón de Irlanda, levantada sobre una primitiva y humilde iglesia de madera. Especialmente llamativo es su recargado interior, de estilo gótico. También de visita obligada cuando viajes a Dublín es su castillo, un complejo del siglo XII que ha servido de residencia real, fortaleza militar y sede del tribunal de justicia irlandés. Merece la pena hacer la visita guiada que te lleva por sus estancias más bellas. Desde aquí es solo un paseo hasta nuestra última parada, la fábrica de Guinness, ahora convertida en museo. Después de conocer el proceso de fabricación y la historia de la empresa que fundara Arthur Guinness, finiquitamos nuestro viaje con una pinta con vistas, las que ofrece el bar del museo, el Gravity Bar, situado en la parte más alta del edificio.