Algo tendrá la Piazza del Duomo que la mayoría de los viajes a Florencia comienzan allí. Probablemente, gran parte de la «culpa» se la lleve una de las obras maestras del arte gótico del primer Renacimiento italiano: la catedral de Santa María de la Flor –el «duomo» en italiano–, con su maravillosa cúpula obra de Filippo Brunelleschi. No es el único motivo que nos trae hasta aquí. Su campanario, obra de Giotto, es otro de ellos. Situado a un costado de la catedral, conforma, junto al baptisterio de San Giovani, el triángulo de los imperdibles de esta famosa plaza. Situadas en barrios opuestos, ahora les toca el turno a las basílicas más importantes de la ciudad: la de Sta. Mª Novella y la Sta. Croce. La primera de ellas, revestida con el mismo mármol blanco, verde y rojo propio de la Toscana, tiene un interior de visita obligada, con frescos firmados por el mismísimo Miguel Ángel. Además, da nombre a un barrio que esconde gran parte de las trattorias de la ciudad, donde disfrutar del famoso bistecca alla fiorentina. Por su parte, la Santa Croce ostenta el título del templo franciscano más grande del mundo con capillas adornadas por impresionantes frescos.
Muchas de las obras de arte que tiene Florencia se concentran en la Galleria de los Uffizi, considerada la pinacoteca más importante del mundo por su magnífica colección de obras renacentistas de grandes maestros. Otra de las grandes obras maestras del Renacimiento, el afamado «David» de Miguel Ángel, se encuentra en la Galleria dell'Academia, aunque la réplica que preside la fachada del Palazzo Vecchio, en la Piazza della Signoria, no tiene nada que envidiarle. Símbolo de la ciudad, otro de los imprescindibles de Florencia –y de tu timeline de IG– es el Ponte Vecchio, un puente medieval que nos llevará hasta otro de los lugares más visitados de Florencia: el Palazzo Pitti. El que fuera residencia de importantes linajes como los Médici o los Saboya, es considerado por muchos como el «Versalles florentino» y destaca por su barroca ornamentación, además de por los tesoros de sus antiguos huéspedes, los Médici, hoy repartidos por museos como la Galería Palatina o la Galería de Arte Moderno. Para despejarnos, nada como dar un paseo por los Jardines de Boboli o ver el sol caer desde el Piazzale Michelangelo.