De pasado aristocrático, un presente repleto de arte, gastronomía y arquitectura, mar y montaña, y un futuro prometedor, la capital de Cantabria es uno de los destinos preferidos por los amantes del norte peninsular. Su bahía vertebra la vista y su paseo marítimo esconde palacios, dunas, centros de arte y edificios que dan cuenta del legado arquitectónico de la ciudad. Un viaje a Santander es zambullirse en unas playas urbanas que despiertan envidia y en una gastronomía que mira al mar con deseo y lo enlata para vender al mundo verdaderas delicias. Te la descubrimos en un recorrido de lo más completo.
Navegar por la bahía de Santander debería ser obligatorio para entender el por qué del atractivo de una ciudad señorial que mira al mar con anhelo y respeto. Desde el Centro Botín –un galardonado edificio futurista que encierra el centro de arte más innovador de la ciudad– hasta la playa de El Sardinero (y más allá), Santander despliega su encanto y atrapa al viajero con joyas como el Palacio de la Magdalena. Ubicado en la península del mismo nombre, sus estancias reales –fue residencia de verano de Alfonso III y la reina Victoria– bien se merecen una visita guiada (la entrada general es gratuita). Desde aquí, te recomendamos pasear por el barrio de El Sardinero para descubrir sus playas –la Primera y la Segunda son las más célebres–, los maravillosos Jardines del Piquío o edificios emblemáticos como el Gran Hotel del Sardinero o el Gran Casino del Sardinero. Sin perder el Cantábrico de vista, seguimos la senda del Parque de Mataleñas hasta toparnos con otro de los reclamos de Santander: el Faro de Cabo Mayor. Junto a él, hay una terraza en la que dicen se sirven las mejores rabas de la ciudad. Palabra de santanderino.
Deshacemos nuestros pasos y nos adentrarnos en el casco viejo, buscando el mejor mirador de la ciudad. Se llama Mirador del Río de la Pila y se llega en funicular. Desde él tendremos una bonita perspectiva del caso histórico de Santander, con la catedral de la Asunción casi besando la bahía. Hasta este templo de estilo predominantemente gótico nos desplazamos para conocer otro de los atractivos turísticos de la capital cántabra, la Plaza Porticada, de estilo neoherreriano. Un poco más adelante, atravesando calles de trazado medieval como la del Arrabal o del Medio, nos encontramos con la Plaza del Ayuntamiento, uno de los espacios con más vida de la capital. Justo detrás de él, el mercado de la Esperanza y su sofisticada estética atrae a lugareños y turistas por igual en busca de producto fresco con el que cocinar una buena marmita de bonito o unas sardinas a la santanderina. Muy cerca de allí, la Biblioteca de Menéndez Pelayo –con estatua del erudito incluida–, y el Museo de Arte de Santander (MAS) ponen el broche a nuestro recorrido.